El aumento en el uso de los reproductores personales de
música en nuestras sobrepobladas ciudades podría no solo hacer más placentera
la agotadora incursión diaria por selva de asfalto. Al parecer también hace más
sencilla la estrecha coexistencia con los miles de extraños con los que
compartimos el reducido espacio en el
que nos desenvolvemos. Según un estudio publicado por Ana Tajadura-Jiménez y ungrupo de investigadores en la revista Plos one. Cuando realizamos una tarea pasiva, como usar el transporte público
para llegar a nuestro trabajo, el escuchar música que nos provoca emociones
positivas, reduce la representación de
nuestro espacio personal, lo que permite hacernos más tolerantes a la cercanía
de otros.
El espacio personal es la zona alrededor del cuerpo humano que la gente
concibe como “su espacio” (1), el cual normalmente otras personas no pueden
traspasar sin provocarnos incomodidad. Con el aumento de la población y el
hacinamiento de las grandes ciudades la gente continuamente se ve envuelta en
situaciones de incomodidad por la extrema cercanía con otras personas, ya sea
en el transporte público, en las calles, en las escuelas o en la oficina. Este
efecto no sólo se produce con los reproductores personales, sino también con una
fuente externa de sonido. Lamentablemente se produce el efecto contrario cuando
la música escuchada nos produce emociones negativas, lo que podría explicar lo asfixiante
que puede llegar a ser el transporte colectivo en México, en donde los choferes
frecuentemente convierten a sus unidades de transporte en discotecas móviles con
un limitado repertorio musical que no suele ser del agrado de todos.
Distancia de confort de la gente de estudio cuando escuchaba musica con audifonos (Headphones) o con una fuente externa (Loudspeakers). Experimento realizado con música que produce emociones positivas (Positive), emociones negativas (Negative) o cuando no se escuchaba música (Silence). Fuente de la imagen revista Plos one

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